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Juan 15:5 NTV «Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto, porque, separados de mí, no pueden hacer nada».
Esta ecuación espiritual es mucho más común de lo que imaginamos, y muchas personas la repiten como si fuera una cábala o un dicho que solo se hace realidad al repetirlo. La verdad es que aquí sí aplica que, para que se haga realidad, debemos llevarlo a la práctica en la vida real.
Ciertamente, el alimento por excelencia para el espíritu es la palabra de Dios, y como ramas que somos de esa vid, necesitamos alimentarnos todo el tiempo y estar adheridos a ella para producir mucho fruto.
Si usted se da cuenta de que al arrancar una planta de su lugar, esa planta se seca y muere, de la misma manera nos sucede a nosotros si decidimos arrancarnos de la presencia de Dios y no permanecer en su bendita voluntad.
Por eso dice el verso: «Si permaneces en mí, así como yo permanezco en ti, vas a dar fruto, te lo aseguro. No te dejaré ni te desampararé, y estaré dándote todo lo que necesitas para vivir, desde los cimientos, para que tu cosecha nunca falte y llegues a ser la persona que diseñé para que fueras desde la eternidad».
Vamos a orar:
Señor, hoy entiendo que separado de ti no puedo hacer nada, y que cada vez que me separo de ti, mi vida comienza a tambalear y a flaquear en todas las áreas de mi vida en las que, si no estás tú, me pierdo. Llena mi vida de ti, Señor, plántame en tu viñedo y déjame ser abonado por ti y nutrido por ti desde lo más profundo de mi corazón hasta el tuétano de mis huesos. Y todo esto te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 4ª temporada, 23 de diciembre. El poder de la oración es ilimitado para los que permanecen en Cristo.
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Juan 15:5 NTV «Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto, porque, separados de mí, no pueden hacer nada».
Esta ecuación espiritual es mucho más común de lo que imaginamos, y muchas personas la repiten como si fuera una cábala o un dicho que solo se hace realidad al repetirlo. La verdad es que aquí sí aplica que, para que se haga realidad, debemos llevarlo a la práctica en la vida real.
Ciertamente, el alimento por excelencia para el espíritu es la palabra de Dios, y como ramas que somos de esa vid, necesitamos alimentarnos todo el tiempo y estar adheridos a ella para producir mucho fruto.
Si usted se da cuenta de que al arrancar una planta de su lugar, esa planta se seca y muere, de la misma manera nos sucede a nosotros si decidimos arrancarnos de la presencia de Dios y no permanecer en su bendita voluntad.
Por eso dice el verso: «Si permaneces en mí, así como yo permanezco en ti, vas a dar fruto, te lo aseguro. No te dejaré ni te desampararé, y estaré dándote todo lo que necesitas para vivir, desde los cimientos, para que tu cosecha nunca falte y llegues a ser la persona que diseñé para que fueras desde la eternidad».
Vamos a orar:
Señor, hoy entiendo que separado de ti no puedo hacer nada, y que cada vez que me separo de ti, mi vida comienza a tambalear y a flaquear en todas las áreas de mi vida en las que, si no estás tú, me pierdo. Llena mi vida de ti, Señor, plántame en tu viñedo y déjame ser abonado por ti y nutrido por ti desde lo más profundo de mi corazón hasta el tuétano de mis huesos. Y todo esto te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes