Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar
Suscríbete: Apple Podcasts | Spotify | Correo electrónico | YouTube Music |
Romanos 7:7 NVI. «¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies».»
Tantas personas solo hablan y hablan de la gracia, y sí, la verdad es que la gracia es el regalo más impresionante que Dios nos ha dado para comprender su incomparable amor. Aun así, creo yo que la gracia solo la podemos recibir cuando logramos entender cuánto la necesitamos; y yo creo que darnos cuenta de que necesitamos gracia solo viene por el entender lo que la palabra dice acerca de nuestras pasiones, nuestros deseos, nuestras maneras de relacionarnos, nuestras maneras de vivir y de interactuar con los demás, y unido a ello, las maneras como nuestras emociones se manifiestan y nos llevan a comportarnos de maneras que nunca pensamos que llegaríamos a experimentar.
La realidad es que todos los días podemos caer víctimas de nuestra propia ignorancia en acciones y comportamientos que realmente solo nos alejan del plan de Dios para nuestras vidas y que en últimas nos llevan a una muerte espiritual y a una vida sin propósito. Como lo dice el verso de Pablo, «si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado», y es perfectamente claro que cuando pensamos que todo está bien, de manera inocente terminamos como animales, sin Dios ni ley, sin sabiduría ni entendimiento, y solo dando de comer y beber a nuestro cuerpo y nuestro ser.
Por esta razón es que necesitamos con tanta urgencia conocer a Dios y conocer su palabra, de tal manera que en ella nos podamos mirar al espejo que no miente y ver allí nuestra envidia, nuestro resentimiento, nuestra inconformidad, nuestra lujuria, nuestro orgullo y nuestra ignorancia de Dios, y reconocer con cuánta urgencia necesitamos el perdón y la gracia de Dios en nuestras vidas.
Vamos a orar.
Perdóname, Señor, pues no reconozco mi pecado ni me percato de lo mal que estoy, precisamente porque no te conozco ni conozco tu palabra. Hoy entiendo que dentro de mí habita esa naturaleza que me lleva a hacer lo que no quiero y que me aleja de ti, y te pido que me salves, que me limpies y me lleves a ser una persona verdaderamente libre. Perdona mi pecado, Señor, mi ansiedad, mi orgullo, mi envidia, mi juicio y todo aquello que me aparta de ti.
Quiero conocerte y conocer tu palabra, de tal manera que pueda encontrar en ella, en ese espejo, todo lo que me aparta de tu voluntad para mi vida y beber de tu gracia y tu perdón, Señor, para experimentar en ella la libertad y alegría que tanto necesito. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 1 de febrero. Bendita Gracia.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar
Suscríbete: Apple Podcasts | Spotify | Correo electrónico | YouTube Music | RSS
Romanos 7:7 NVI. «¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies».»
Tantas personas solo hablan y hablan de la gracia, y sí, la verdad es que la gracia es el regalo más impresionante que Dios nos ha dado para comprender su incomparable amor. Aun así, creo yo que la gracia solo la podemos recibir cuando logramos entender cuánto la necesitamos; y yo creo que darnos cuenta de que necesitamos gracia solo viene por el entender lo que la palabra dice acerca de nuestras pasiones, nuestros deseos, nuestras maneras de relacionarnos, nuestras maneras de vivir y de interactuar con los demás, y unido a ello, las maneras como nuestras emociones se manifiestan y nos llevan a comportarnos de maneras que nunca pensamos que llegaríamos a experimentar.
La realidad es que todos los días podemos caer víctimas de nuestra propia ignorancia en acciones y comportamientos que realmente solo nos alejan del plan de Dios para nuestras vidas y que en últimas nos llevan a una muerte espiritual y a una vida sin propósito. Como lo dice el verso de Pablo, «si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado», y es perfectamente claro que cuando pensamos que todo está bien, de manera inocente terminamos como animales, sin Dios ni ley, sin sabiduría ni entendimiento, y solo dando de comer y beber a nuestro cuerpo y nuestro ser.
Por esta razón es que necesitamos con tanta urgencia conocer a Dios y conocer su palabra, de tal manera que en ella nos podamos mirar al espejo que no miente y ver allí nuestra envidia, nuestro resentimiento, nuestra inconformidad, nuestra lujuria, nuestro orgullo y nuestra ignorancia de Dios, y reconocer con cuánta urgencia necesitamos el perdón y la gracia de Dios en nuestras vidas.
Vamos a orar.
Perdóname, Señor, pues no reconozco mi pecado ni me percato de lo mal que estoy, precisamente porque no te conozco ni conozco tu palabra. Hoy entiendo que dentro de mí habita esa naturaleza que me lleva a hacer lo que no quiero y que me aleja de ti, y te pido que me salves, que me limpies y me lleves a ser una persona verdaderamente libre. Perdona mi pecado, Señor, mi ansiedad, mi orgullo, mi envidia, mi juicio y todo aquello que me aparta de ti.
Quiero conocerte y conocer tu palabra, de tal manera que pueda encontrar en ella, en ese espejo, todo lo que me aparta de tu voluntad para mi vida y beber de tu gracia y tu perdón, Señor, para experimentar en ella la libertad y alegría que tanto necesito. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes