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2 Timoteo 2:14 NTV. «Recuérdales estas cosas a todos y ordénales en presencia de Dios que dejen de pelearse por palabras. Esos altercados son inútiles y pueden destruir a los que los oyen.»
Qué impresionante es entender que la palabra de Dios habla de nosotros, de lo imperfectos que somos y de lo buenos que podemos llegar a ser, cuando nos proponemos hacer las cosas a la manera de Dios y no a nuestro acomodo.
Todo el país pudo presenciar esta semana cómo el consejo de ministros se convirtió en una pelea de intereses que más que mostrar el orden y la cohesión que hay para gobernar, no deja de mostrar las fracturas internas y las divisiones que tanto daño le hacen a toda la sociedad.
En el verso de hoy, Timoteo nos dice: «Recuérdales estas cosas a todos y ordénales en presencia de Dios que dejen de pelearse por palabras. Esos altercados son inútiles y pueden destruir a los que los oyen.» Y la verdad, yo creo que los más afectados fueron todos aquellos que escucharon, como lo dice el verso, estos altercados y se pudieron dar cuenta de que son realmente inútiles y conllevan a la destrucción.
En otra versión dice (2 Timoteo 2:14 NVI): «eviten las discusiones inútiles, pues no sirven nada más que para destruir a los oyentes.» La verdad, yo creo que más allá de las críticas y murmuraciones que escuchamos sobre lo que está pasando, debemos unirnos en oración por nuestros gobernantes y ministros y pedirle a Dios que todo lo que venga de aquí en adelante sea bajo su perfecta dirección.
Vamos a orar.
Señor, perdona tantas peleas y divisiones en el gobierno, las empresas, los hogares y en cuanto lugar que delibere acciones en pro de la sociedad. Perdona la corrupción y las discusiones inútiles, perdona tanta ambición, tanto individualismo y tanto orgullo. Gobierna, Señor, en mi corazón y en el corazón de aquellos que están encargados de trabajar por nuestro bienestar y cuidado, de tal manera que el fruto de sus acciones sea la justicia y la equidad, la transparencia y la bondad. En el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 8 de febrero. Consejo de Ministros.
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2 Timoteo 2:14 NTV. «Recuérdales estas cosas a todos y ordénales en presencia de Dios que dejen de pelearse por palabras. Esos altercados son inútiles y pueden destruir a los que los oyen.»
Qué impresionante es entender que la palabra de Dios habla de nosotros, de lo imperfectos que somos y de lo buenos que podemos llegar a ser, cuando nos proponemos hacer las cosas a la manera de Dios y no a nuestro acomodo.
Todo el país pudo presenciar esta semana cómo el consejo de ministros se convirtió en una pelea de intereses que más que mostrar el orden y la cohesión que hay para gobernar, no deja de mostrar las fracturas internas y las divisiones que tanto daño le hacen a toda la sociedad.
En el verso de hoy, Timoteo nos dice: «Recuérdales estas cosas a todos y ordénales en presencia de Dios que dejen de pelearse por palabras. Esos altercados son inútiles y pueden destruir a los que los oyen.» Y la verdad, yo creo que los más afectados fueron todos aquellos que escucharon, como lo dice el verso, estos altercados y se pudieron dar cuenta de que son realmente inútiles y conllevan a la destrucción.
En otra versión dice (2 Timoteo 2:14 NVI): «eviten las discusiones inútiles, pues no sirven nada más que para destruir a los oyentes.» La verdad, yo creo que más allá de las críticas y murmuraciones que escuchamos sobre lo que está pasando, debemos unirnos en oración por nuestros gobernantes y ministros y pedirle a Dios que todo lo que venga de aquí en adelante sea bajo su perfecta dirección.
Vamos a orar.
Señor, perdona tantas peleas y divisiones en el gobierno, las empresas, los hogares y en cuanto lugar que delibere acciones en pro de la sociedad. Perdona la corrupción y las discusiones inútiles, perdona tanta ambición, tanto individualismo y tanto orgullo. Gobierna, Señor, en mi corazón y en el corazón de aquellos que están encargados de trabajar por nuestro bienestar y cuidado, de tal manera que el fruto de sus acciones sea la justicia y la equidad, la transparencia y la bondad. En el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes