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Efesios 2:14 NTV. «Pues Cristo mismo nos ha traído la paz. Él unió a judíos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba.»
Si nos damos cuenta, en la sociedad cada vez nos inventamos más motivos para dividirnos y para crear hostilidad entre los grupos, las personas, los partidos, las sociedades, los países, las culturas, las religiones y hasta en las familias. Y yo creo que este fenómeno se debe principalmente a que en la sociedad actual el egoísmo, la ambición, el sobresalir a como dé lugar por encima de quien sea y la necesidad imperiosa de aparentar y ser competitivos, nos ha vuelto cada vez más individualistas y particularmente insensibles.
Por eso, es bueno que podamos detenernos por un momento y pensar que lo que nos está pasando obedece también a nuestra falta de Dios, a nuestra creencia errónea de pensar que no tenemos un creador y un ser superior que guíe nuestras vidas y de quien necesitamos para volver a la sensatez y la unión.
Como lo dice el verso de hoy, es Cristo mismo quien nos ha traído la paz, y quien unió a judíos y a gentiles. Y esto, al aplicarlo a la vida actual, podríamos verlo como la oportunidad para no segregarnos más por el color de la piel, o por la convicción cultural, política o religiosa. Y yo iría un poco más allá: no negarnos la oportunidad de reconocernos como seres humanos y ya; indistintamente de lo que seamos o de la posición que tengamos o el grado de escolaridad al que hayamos llegado.
Esta es la verdad que podemos creer para dejar de mentirnos tanto a nosotros mismos, pensando que somos mejores que los demás; que Cristo nos ha traído la paz y nos ha unido en un solo pueblo, cuando por medio de su cuerpo en la cruz derribó el muro de hostilidad que nos separaba.
Vamos a orar.
Amado Dios, yo te pido perdón por mi arrogancia y mi orgullo. Te pido perdón por la división en mi hogar, en el trabajo, en la sociedad en la que vivo, y por las maneras como he participado de la división de manera activa. Hoy reconozco que te necesito y que tu cuerpo en la cruz derribó todo muro de hostilidad que nos separa a los unos de los otros. Hoy decido ser instrumento para unir y no para dividir, y ser luz en vez de oscuridad a donde quiera que vaya. Cámbiame, Señor, y moldéame a tu imagen. Te lo ruego, en el nombre de Jesús. Amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 4 de marzo. Sin división.
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Efesios 2:14 NTV. «Pues Cristo mismo nos ha traído la paz. Él unió a judíos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba.»
Si nos damos cuenta, en la sociedad cada vez nos inventamos más motivos para dividirnos y para crear hostilidad entre los grupos, las personas, los partidos, las sociedades, los países, las culturas, las religiones y hasta en las familias. Y yo creo que este fenómeno se debe principalmente a que en la sociedad actual el egoísmo, la ambición, el sobresalir a como dé lugar por encima de quien sea y la necesidad imperiosa de aparentar y ser competitivos, nos ha vuelto cada vez más individualistas y particularmente insensibles.
Por eso, es bueno que podamos detenernos por un momento y pensar que lo que nos está pasando obedece también a nuestra falta de Dios, a nuestra creencia errónea de pensar que no tenemos un creador y un ser superior que guíe nuestras vidas y de quien necesitamos para volver a la sensatez y la unión.
Como lo dice el verso de hoy, es Cristo mismo quien nos ha traído la paz, y quien unió a judíos y a gentiles. Y esto, al aplicarlo a la vida actual, podríamos verlo como la oportunidad para no segregarnos más por el color de la piel, o por la convicción cultural, política o religiosa. Y yo iría un poco más allá: no negarnos la oportunidad de reconocernos como seres humanos y ya; indistintamente de lo que seamos o de la posición que tengamos o el grado de escolaridad al que hayamos llegado.
Esta es la verdad que podemos creer para dejar de mentirnos tanto a nosotros mismos, pensando que somos mejores que los demás; que Cristo nos ha traído la paz y nos ha unido en un solo pueblo, cuando por medio de su cuerpo en la cruz derribó el muro de hostilidad que nos separaba.
Vamos a orar.
Amado Dios, yo te pido perdón por mi arrogancia y mi orgullo. Te pido perdón por la división en mi hogar, en el trabajo, en la sociedad en la que vivo, y por las maneras como he participado de la división de manera activa. Hoy reconozco que te necesito y que tu cuerpo en la cruz derribó todo muro de hostilidad que nos separa a los unos de los otros. Hoy decido ser instrumento para unir y no para dividir, y ser luz en vez de oscuridad a donde quiera que vaya. Cámbiame, Señor, y moldéame a tu imagen. Te lo ruego, en el nombre de Jesús. Amén.
MIguel Montes