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Salmo 109:3 NVI. «Con expresiones de odio me acosan, y sin razón alguna me atacan.»
A veces sucede que sin razón, como lo dice el verso, resultamos siendo víctimas de la hostilidad de muchas personas, y lo peor de todo es que si nos encuentran fuera de base, podemos correr el riesgo de responder con la misma hostilidad con la que somos tratados.
Las expresiones de rechazo, resentimiento, inmadurez y, en algunos casos, de falso poder, nos pueden llevar a reaccionar con hostilidad frente a los demás. Como lo dice el verso, «con expresiones de odio me acosan», y eso precisamente busca la hostilidad: acosar, acorralar y hacer sentir al otro de alguna manera que es insignificante o que tiene menor poder.
En este caso, yo creo que ninguno de nosotros se puede sentir excluido, pues seguramente en algún momento hemos sido nosotros los angustiadores y quienes hemos provocado la hostilidad, y en otros casos, de la misma manera hemos sido quienes la hemos experimentado.
Finalmente, ya sea un caso u otro, debemos tener cuidado con la hostilidad, pues detrás de ella el diablo aprovecha para apartarnos de la voluntad de Dios.
Vamos a orar.
Perdóname, Señor, por mi hostilidad y por las maneras equivocadas que busco para contender. Hoy renuncio a toda provocación y a reaccionar de la misma manera hostil. Tuyo soy, Señor, y en tus manos estoy. Enséñame y dame discernimiento para responder siempre de la mejor manera en todo tiempo y en todo lugar.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 12 de marzo. Hostilidad.
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Salmo 109:3 NVI. «Con expresiones de odio me acosan, y sin razón alguna me atacan.»
A veces sucede que sin razón, como lo dice el verso, resultamos siendo víctimas de la hostilidad de muchas personas, y lo peor de todo es que si nos encuentran fuera de base, podemos correr el riesgo de responder con la misma hostilidad con la que somos tratados.
Las expresiones de rechazo, resentimiento, inmadurez y, en algunos casos, de falso poder, nos pueden llevar a reaccionar con hostilidad frente a los demás. Como lo dice el verso, «con expresiones de odio me acosan», y eso precisamente busca la hostilidad: acosar, acorralar y hacer sentir al otro de alguna manera que es insignificante o que tiene menor poder.
En este caso, yo creo que ninguno de nosotros se puede sentir excluido, pues seguramente en algún momento hemos sido nosotros los angustiadores y quienes hemos provocado la hostilidad, y en otros casos, de la misma manera hemos sido quienes la hemos experimentado.
Finalmente, ya sea un caso u otro, debemos tener cuidado con la hostilidad, pues detrás de ella el diablo aprovecha para apartarnos de la voluntad de Dios.
Vamos a orar.
Perdóname, Señor, por mi hostilidad y por las maneras equivocadas que busco para contender. Hoy renuncio a toda provocación y a reaccionar de la misma manera hostil. Tuyo soy, Señor, y en tus manos estoy. Enséñame y dame discernimiento para responder siempre de la mejor manera en todo tiempo y en todo lugar.
MIguel Montes