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1 Juan 3:17-18 NVI. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? [18] Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.
Yo sé que muchas personas, aún teniendo, no se atreven, como lo dice el verso, a ayudar a su hermano cuando esté pasando por necesidad; y la verdad es que es parte de la escuela de Dios, donde vamos aprendiendo de a poco a tener compasión los unos de los otros.
Por eso dice el verso, «¿Cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?»… ¡Ay, Dios mío!… ¡Cómo nos cuesta desprendernos de lo que Dios mismo nos ha dado para ayudar a los demás en tiempos de necesidad! La verdad es que nos cuesta tanto dar…
Termina el verso de hoy diciendo, «[18] Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.» Y no sé qué te pueda decir, Dios, al escuchar o leer este verso, pero a mí, personalmente, me dice: «Ve, hazlo, da; que si lo haces, yo mismo te daré mucho más para que ayudes más».
Vamos a orar.
Perdóname, Señor, mi falta de compasión, mi egoísmo y mi manera individualista de administrar todo lo que tengo, solo para mi bienestar. Enséñame, Señor, a dar y a compartir todo lo que tenga, pues sé que lo que he recibido, absolutamente todo, solo proviene de ti. Más bien, abre mis ojos para ver la necesidad y mis manos para aprender a dar verdaderamente y sin restricciones todo lo que tú mismo me has dado sin escatimar, en el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 4ª temporada, 6 de diciembre. Si tienes para dar, da.
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1 Juan 3:17-18 NVI. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? [18] Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.
Yo sé que muchas personas, aún teniendo, no se atreven, como lo dice el verso, a ayudar a su hermano cuando esté pasando por necesidad; y la verdad es que es parte de la escuela de Dios, donde vamos aprendiendo de a poco a tener compasión los unos de los otros.
Por eso dice el verso, «¿Cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?»… ¡Ay, Dios mío!… ¡Cómo nos cuesta desprendernos de lo que Dios mismo nos ha dado para ayudar a los demás en tiempos de necesidad! La verdad es que nos cuesta tanto dar…
Termina el verso de hoy diciendo, «[18] Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad.» Y no sé qué te pueda decir, Dios, al escuchar o leer este verso, pero a mí, personalmente, me dice: «Ve, hazlo, da; que si lo haces, yo mismo te daré mucho más para que ayudes más».
Vamos a orar.
Perdóname, Señor, mi falta de compasión, mi egoísmo y mi manera individualista de administrar todo lo que tengo, solo para mi bienestar. Enséñame, Señor, a dar y a compartir todo lo que tenga, pues sé que lo que he recibido, absolutamente todo, solo proviene de ti. Más bien, abre mis ojos para ver la necesidad y mis manos para aprender a dar verdaderamente y sin restricciones todo lo que tú mismo me has dado sin escatimar, en el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes