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Juan 2:9-10 NTV. Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio. [10] «Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero -le dijo-, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».
Yo me imagino la preocupación del novio al darse cuenta de que el vino se había acabado y que la fiesta apenas comenzaba; me imagino la cara de las personas más allegadas al ver el infortunio de esta boda que pintaba, en su inicio, más con calamidad y vergüenza que con bombos y platillos.
Así mismo nos sucede en la vida cuando seguimos esperando una respuesta de Dios y esta aún no viene, o cuando necesitamos que las cosas se hagan ya y no encontramos la salida.
En el último momento, como en esta historia, el maestro de ceremonias llama al novio y, para su sorpresa, no era para avergonzarlo, sino para decirle que, a diferencia de muchas otras bodas y de muchas otras fiestas, él había reservado el mejor vino para el final.
De pronto, Dios está obrando aún hoy, todavía en tu necesidad, y está alistando las tinajas llenas de agua para convertirlas en vino nuevo; o lo mejor de todo, seguramente Dios está con sus ángeles preparando esa respuesta para ti, para que te llenes de fe y no de incertidumbre, y para que esperes ese milagro del final que solo Dios, en el último momento, puede hacer.
Vamos a orar.
Gracias, Señor, por tu palabra que me trae seguridad, pues estoy seguro de que tú, en el último momento, algo harás. Yo sé que el mejor vino de mi vida está reservado para cuando yo mismo no lo espere, y que fruto de ello no solo avivarás mi fe, sino también la de todos los que me rodean y aún se niegan a creer. Lléname, Señor, y aviva mi fe, yo te lo ruego, en el nombre de Jesús, amén.
Tu Tiempo con el Número Uno. 5ª temporada, 7 de Enero. Cuando menos lo esperabas.
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Juan 2:9-10 NTV. Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio. [10] «Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero -le dijo-, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».
Yo me imagino la preocupación del novio al darse cuenta de que el vino se había acabado y que la fiesta apenas comenzaba; me imagino la cara de las personas más allegadas al ver el infortunio de esta boda que pintaba, en su inicio, más con calamidad y vergüenza que con bombos y platillos.
Así mismo nos sucede en la vida cuando seguimos esperando una respuesta de Dios y esta aún no viene, o cuando necesitamos que las cosas se hagan ya y no encontramos la salida.
En el último momento, como en esta historia, el maestro de ceremonias llama al novio y, para su sorpresa, no era para avergonzarlo, sino para decirle que, a diferencia de muchas otras bodas y de muchas otras fiestas, él había reservado el mejor vino para el final.
De pronto, Dios está obrando aún hoy, todavía en tu necesidad, y está alistando las tinajas llenas de agua para convertirlas en vino nuevo; o lo mejor de todo, seguramente Dios está con sus ángeles preparando esa respuesta para ti, para que te llenes de fe y no de incertidumbre, y para que esperes ese milagro del final que solo Dios, en el último momento, puede hacer.
Vamos a orar.
Gracias, Señor, por tu palabra que me trae seguridad, pues estoy seguro de que tú, en el último momento, algo harás. Yo sé que el mejor vino de mi vida está reservado para cuando yo mismo no lo espere, y que fruto de ello no solo avivarás mi fe, sino también la de todos los que me rodean y aún se niegan a creer. Lléname, Señor, y aviva mi fe, yo te lo ruego, en el nombre de Jesús, amén.
MIguel Montes