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Salmos 30:6-7 NTV:

«Cuando yo tenía prosperidad, decía: «¡Ahora nada puede detenerme!». Tu favor, oh SEÑOR, me hizo tan firme como una montaña; después te apartaste de mí, y quedé destrozado».

Como nos puede pasar a muchos, vivir en seguridad había causado que David se sintiera invencible, y aunque sabía que su poder y su riqueza provenían de Dios, por muchas razones se había llenado de orgullo. Y cualquier parecido con la realidad no es coincidencia, pues seguramente conocemos a muchas personas que, detrás de una buena racha, ya no se les puede ni hablar.

Esas cosas nos pasan cuando nuestro corazón reposa en el lugar endeble y resbaloso de las riquezas que un día pueden estar y al siguiente no. La riqueza, el poder y la fama pueden tener un efecto embriagador sobre la gente, y además de eso, pueden hacer que las personas se sientan confiadas y seguras de sí mismas, e independientes de Dios.

Sin embargo, esta es una seguridad falsa que puede desaparecer en cualquier momento. Por eso, el verso de hoy nos muestra claramente que no debemos quedarnos confiados en lo poco o lo mucho que tengamos, pues fácilmente podemos caer en la trampa de la falsa seguridad y prosperidad.

Finalmente, la invitación de hoy es: depende de Dios para tu seguridad y no serás conmovido cuando las posesiones terrenales desaparezcan.

Vamos a orar.

Amado Dios, gracias te doy por todo lo que me das, pues todo lo que tengo proviene de ti. Hoy te pido que guardes mi corazón de toda ambición y de toda pobreza espiritual que me lleve a tomar distancia de ti y de las personas que más amo. No me dejes engañar en mis propias cavilaciones y razonamientos, pues débil soy Señor, y sin ti, no lo puedo lograr. Y todo esto te lo pido en el nombre de Jesús, amén.